Mientras que en la mayoría de las áreas mesoamericanas florecían los estados y proliferaban las ciudades, en el occidente se mantuvieron las formas de organización que los antropólogos han llamado señoríos. De manera concomitante (que actúan a la par), las relaciones del occidente con el resto de Mesoamérica fueron escasas durante el clásico.
La excepción fué Guerrero, pues a lo largo del río Balsas y sus afluentes resulta notoria la influencia artística del Centro de México. Son característicos los asentamientos ribereños con pirámides de hasta 30 metros de altura, plazas y los juegos de pelota. Su cerámica tiene formas predominanates, como la silueta compuesta, vasos, ollas de cuero corto o sin él y tecomates (vasijas de barro); son monócromas, de color anaranjado, rojo, bayo (como blanco amarillento) o negro; tienen acabados lustrosos y decoración incisa de motivos geométricos.
Sin embargo, su industria más vigorosa fué el tallado de piedra dura, de colores verduscos o grises. Esta industria es conocida como Mezcala y comprende varios estilos: durante el Clásico se manufacturaron piezas con marcada inspiración en el arte Teotihuacano, además de imágenes esquemáticas de la propia religión. Entre las pocas localidades guerrerenses en donde se han encontrado las esculturas Mezcala en contextos arqueológicos se encuentran la Organera y el Mirador.
Sin embargo, su industria más vigorosa fué el tallado de piedra dura, de colores verduscos o grises. Esta industria es conocida como Mezcala y comprende varios estilos: durante el Clásico se manufacturaron piezas con marcada inspiración en el arte Teotihuacano, además de imágenes esquemáticas de la propia religión. Entre las pocas localidades guerrerenses en donde se han encontrado las esculturas Mezcala en contextos arqueológicos se encuentran la Organera y el Mirador.
Una segunda tradición comprende las culturas del Bajío, heredadas de Chapícuaro y ubicadas en Guanajuato y en el norte de Michoacán. Sus principales vestigios son terrazas, plataformas y edificios fabricados con columnas de piedra y lodo. Su cerámica tenía formas principales como cajetes trípodes y vasijas con asas que evocan a una canasta, su decoración muestra detalles polícromos, pulidos y geométricos, teniendo también entre sus técnicas el seudocloisonné (que es una técnica pictórica aplicada sobre cerámica en la que se aplica sobre el objeto una capa-base y pigmentos de composición similar, posteriormente se recorta la base y se incrustan en las partes levantadas los motivos con diferentes colores).
Más al norte se encuentran los sitios de la tradición de las Tumbas de Tiro, distribuidas en el territorio que va desde la mitad meridional de Colima, cruza Jalisco y llega al oriente de Nayarit. Esta tradición arranca en el preclásico extendiéndose hasta el siglo VI d.C. y es típica del occidente pero muy rara en el resto de Mesoamérica. Estas tumbas se componen de un tiro vertical que lleva a una o varias cámaras excavadas en el subsuelo y se encuentran seperadas de las áreas de residencia. Su pluralidad sugiere que algunas de las tumbas eran usadas por familias o linajes durante largo tiempo. Junto a los cuerpos se acostumbraba depositar ofrendas de cerámica y ornamentos; la cerámica comprende figurillas, vasijas y composiciones complejas en froma de maquetas, éstas maquetas reproducen escenas cotidianas y familiares. Además muestran el uso de casa de uno o más aposentos, levantadas sobre plataformas, con terrazas y vestíbulos; los muros, las plataformas y las cubiertas están decorados.
La cerámica de Colima se caracteriza por sus bellas formas antropomorfas, zoomorfas y fitomorfas, generalmente recipientes con vertedera, trabajadas con base en el moldeado de pastillaje e incisión, muy bien pulidas y monocromas, en color rojo, café o negro. En Jalisco, en cambio, predominan las piezas antropomorfas, aunque hay bules y cajas. En éstas se combinan la técnica de moldeado con la pintura roja sobre crema o bayo en las llamadas "caras de cordero". Finalmente las esculturas nayaritas fueron poco moldeadas, se utiliza el color rojo, el negro, el anaranjado y el crema.
Las excavaciones realizadas por Phil C. Weigand, muestran que en el Valle de Ameca, Jalisco, existieron numerosos asentamientos de diversas dimensiones y funciones que se distribuyen en torno de centros provistos de grandes construcciones públicas. Los conjuntos arquitectónicos (guachimontes), son exclusicos de Occidente y llegan a alcanzar 125 m de diámetro. Su patrón parte de un basamento central de planta circular, con cuerpos superpuestos que alcanzan los 17 m de altura. El basamento se encuentra rodeado por un patio anular, y este a su vez, por una banqueta anular; sobre la banqueta hay entre 8 y 16 plataformas uniformemente distribuidas. También se erigieron numerosas canchas para el juego de pelota.
En Teuchitlán se encuentran los grandes guachimantes más espectaculares. Teuchitlán debe su nombre a una tradición de orígen en el preclásico, en la fase Arenal (350 aC a 200 dC), pero tiene su apogeo durante el clásico, en las fases Ahualulco (200 a 400 dC) y en Teuchitlán I (400 a 700 dC). La arquitectura de los guachimontes tiene un amplia distribución geográfica, del sureste de Nayarit al norooccidente de Jalisco y que podría prolongarse hasta Zacatecas, a través del Cañón de Bolaños- Mezquitic.
EMMANUEL FELIPE GREGORIO
EMMANUEL FELIPE GREGORIO
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